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Otrora el presidente de la SBYOPE, mi identidad actual es efímera y difícil de definir, inclusive para mí. He sido cegado por mi sed de sabiduría, y ahora pago por el soberbio deseo de tener el control absoluto del cuerpo humano.

sábado, 23 de octubre de 2010

1a PARTE- METAMORFOSIS

El mundo ha cambiado de como lo conocíamos. Todo se ha vuelto una lucha por la supervivencia individual. Pocos han logrado establecer pequeñas sociedades y trabajar en conjunto, pero la naturaleza humana, volátil y traicionera, les obliga también a luchar entre ellos. Lo único que queda en este momento son estas deficientes comunidades, con intentos de sistemas de gobierno y economía. Los líderes son derrocados salvajemente uno tras otro, dejando a sus seguidores sin control y volviendo a sumir a la sociedad en el caos.
   Los servicios públicos ya son sólo una idea, un recuerdo como todo lo referente a la organización social. Las aguas son extraídas del subsuelo, contaminadas de azufre y metales pesados, y la luz del día se ve atenuada por densas nubes creadas por la mezcla de innnumerables gases nocivos. Es apenas creíble que aún exista vida en este planeta.
   Los niños escasean. Es difícil para mí no percatarme de ello. Los pocos que han sobrevivido son apenas distinguibles de los cadáveres raquíticos que yacen en las fosas, bajo los escombros o bien sepultados en lo que otrora fueran sus guaridas y escondites. Son tan delgados y débiles que dan la impresión de que el insecto más insignificante puede ser capaz de infringirles daño.
   El mismo aire transporta un aura oscura, absorbente, casi agobiante. Es algo que va más allá de todas las cosas que acabo de describir. Algo impalpable e inobservable, pero que igualmente existe. Sé que está en el suelo y en el aire, rodeándome en todo momento, encimándose sobre mis hombros magullados. Esto... esto debe ser lo más cercano a la muerte que pueda existir en vida.
   ¿Y yo? No sé cómo describirme en este momento. Solía ser un hombre con todas sus ideas y metas fijas. Todo lo que mis camaradas, subalternos y superiores me preguntaban recibía de mí una respuesta acertada, concisa y precisa. Muchos me consideraron un genio en el campo de la Biotecnología. Fui, en múltiples ocasiones, convocado a conferencias y audiencias. Gané el Premio Nobel de Inmunología hace 7 años. Y ahora... ahora ni siquiera puedo definir quién... o qué... es lo que soy.
   Mi identidad se ha perdido. Los lemniscos mediales de mi sistema nervioso central me permiten percibir mi cuerpo y su situación en el espacio, pero yo siento como si este cuerpo no fuera el mío. He hablado tan poco desde aquel trágico suceso, que cada vez que lo hago sólo percibo un rumor gutural que cada vez me es menos familiar.
   Estuve tan cerca. ¡Maldición! De sólo recordarlo la ira hierve en mis venas y parece surcar cada tejido y célula de mi organismo. Tan cerca de mi mayor ambición en la vida, una meta que nunca nadie había siquiera imaginado antes: el control absoluto e incondicionado de toda la biología y genética humanas, anticipándome a todas las leyes de la naturaleza, retando a todo padecimiento hasta la fecha conocido, a toda bacteria y todo virus. Inclusive a la muerte.
   Y, como tantas veces ya, mi mente vuelve a aquellos días en los que la gloria era prometedora. Pero en particular me remonto a los días previos a la tragedia. Aún me pregunto a mí mismo: ¿Qué tanta responsabilidad tuve realmente? ¿Fui acaso el creador de la destrucción de este mundo? No, no creo que fuera sólo yo. Pero mejor júzgalo tú. He aquí la bitácora que registré durante los últimos días de mi vida anterior. Antes de la tragedia. Antes del día del Apocalipsis. Antes de Pandora.

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